miércoles, 12 de octubre de 2011

LA HAMACA DE GUSTAVE COUBERT

LA HAMACA 1844


La hamaca
óleo sobre lienzo 71x 87 cm
Winthentur, colección Oskar Reinhart 



Este cuadro La hamaca es muy importante dentro del período de inspiración romántica y posee ademásun estilo de corte clasicista . Coubert nos muestra a una joven completamente dormida, en plena naturaleza , descansando en una hamaca , con el corsé suelto en el que se transparentan sus jóvenes pechos , lo que le da al cuadro un toque sensual , la joven duerme en una actitud delicada que sugiere abandono y despreocupación. .


El hisroriador de arte estadounidense Michael Fried ha demostrado la existencia en la pintura francesa de una relación muy interesante con con la representación teatralizada. Fried ha examinado los medios por los cuales los pintores se oponían a la a la conciencia de una presencia ante el lienzo que es el espectador.Se refería a las posiciones críticas de Diderot sobre un teatro demasiado amanerado , y muy enredado en composiciones artificiales .


Fried estudia la pintura de Greuze y Manet ,pasando por David, Gericault y Coubert, desde el enfoque de la teatralidad o el teatralismo. Relata las consecuencias de un rechazo de la teatralidad en la pintura occidental , anteponiendo la la figura de la abstracción , como un medio para el modelo y para el pintor , de dar la espalda literalmente a las convenciones pictóricas clásicas.


La joven de La hamaca de Coubert constituiría un claro ejemplo de esa figura de la abstracción. Pero el sueño o la ensoñación también recuerdan que Coubert se inspiraba mucho en Ingres y que era capaz de retomar las lineas sinuosas y sutiles del maestro adaptándolas a una visión agreste de tonos cálidos y anaranjados .


El rostro y el cabello de la joven de La hamaca los toma prestados de Roger liberando a Angélica el cuadro de Ingres que Couber había copiado del Louvre . Sufrió la influencia del ecleticismo , la doctrina del " justo medio " de los pintores Thomas Couture , Paul Delaroche e Ingres que encarnaban el rigor clásico con la fantasía romántica.


Mercedes Tamara 
12 octubre 2011


Bibliografía : Gustave Coubert, Edic Taschen

LAS OREADAS DE WILLIAMS ADOLPHE BOUGEREAU




LAS OREADAS 1902
Las Oreadas
Óleo sobre lienzo
236 x 182 cm
Musée d´Orsay




Las Oreadas son ninfas de las montañas y de las grutas (la más conocida es Eco), famosas por salir en ágiles y alegres tropas para cazar el ciervo, perseguir al jabalí yatravesar con sus flechas a las aves de presa.

A la señal de Diana, acuden para participar a sus ejercicios y formarle un brillante séquito. El catálogo del Salón de 1902 indica, tras el título, este largo comentario: "Las tinieblas se disipan; radiante aparece la aurora y colorea, de un matiz rosa, la cumbre de los montes.

Entonces, se echa a volar hacia el cielo una larga teoría; se trata de la alegre tropa de las Ninfas que, durante la noche, se dejaban ir a sus retozos a la sombra de los grandes bosques, a orillas del río de mansas aguas; dejan la tierra, y, bajo la mirada de los faunos sorprendidos, regresan a su patria y a las regiones etéreas donde viven los dioses".

Con este cuadro, Bouguereau se muestra ligado a su ideal de una 
pintura academicista. Como en otro cuadro del museo de Orsay, El Asalto, la mitología es aquí un pretexto para mostrar su sorprendente talento de dibujante, capaz de plasmar todas las  actitudes del cuerpo humano

 La mitología permite también adentrarse en el registro erótico (en este respecto, la mirada concupiscente de los Sátiros, no deja lugar a dudas), pero no obstante sin caer en la obscenidad.


Con este revuelo de cuerpos femeninos, Bouguereau osa un cuadro de una desenfrenada imaginación, sin desatender una nota poética, sensible en el extraordinario paisaje crepuscular del segundo plano,  digno de Corot, y matizado por acentos simbolistas.

Mercedes Tamara 
12 octubre 2011



Bibliografía : Museo d´Orsay Edic Uffmann

domingo, 9 de octubre de 2011

EL WATZMANN DE CASPAR DAVID FIEDRICH




EL WATZMANN 1825

El Watzmann
óleo sobre lienzo 133x170 cm
Museo Staatliche Museen zu Berlín


En la primavera de 1824, Ludwig Richter, el exitoso pintor alemán, enviaba desde Roma a la Academia de Dresde un paisaje del Watzmann. Richter, quien había recibido una gran influencia del arte de Friedrich, renunció a seguir los pasos del maestro y marchó a Roma, junto a los nazarenos, a ponerse bajo la protección del pintor Joseph Anton Koch.  Su sentido del paisaje era completamente diferente al de Friedrich; en él predominaba el detalle, lo pintoresco y lo cotidiano frente a lo trágico y trascendente. La obra tuvo una gran acogida. Fue entonces,con probabilidad, cuando el pintor pomerano decidió realizar su particular versión del tema.

Friedrich no conocía de primera mano la montaña. Su discípulo predilecto, August Heinrich, había recorrido la región en torno a Salzburgo en 1821 y había realizado una acuarela sobre el Watzmann. Tras su muerte prematura, dicho estudio fue adquirido por Johann Christian Clausen Dahl, buen amigo de Friedrich, quien se sirvió de él para ejecutar esta impresionante vista de la montaña.  No la siguió fielmente, sin embargo. Como era su costumbre incluyó diversos elementos tomados del Riesengebirge y, para la roca que destaca en segundo plano, empleó un dibujo realizado durante su visita al Harz en 1811.

El cuadro fue expuesto en Dresde en 1825 y al año siguiente en Hamburgo.Como era de esperar, recibió una fría acogida; la crítica se decantó por Richter. Principalmente, acusaban a Friedrich de haber suprimido lo que se espera de un paisaje de montaña alpino: valles y cascadas, torres de iglesias lejanas, etc., es decir, aquello que hace la vista agradable de forma inmediata, sin un proceso de elaboración y comprensión mental. No sólo se mostraba inaccesible por la elección de la vista: su composición, muy elaborada, exigía un esfuerzo visual novedoso.

Se compone de hasta siete planos sucesivos, uno tras otro, de los cuales algunos sólo están indicados, de manera que falla todo intento de transición continua y las proporciones y distancias se pierden: son imposibles de apreciar.Estos planos, a su vez, se estructuran en forma de una serie de triángulos apuntando hacia arriba. La gama de colores, por su parte, se adapta a dichos planos, de forma que la iluminación es totalmente irreal. El primer plano está constituido por las oscuras formaciones rocosas de la parte inferior. El segundo por la extraña figura, identificada con el Ahrenskilt, del Harz, en la que crece un abeto, y en cuya base se abre una caverna; curiosamente, aparece iluminada por el sol. Tras un esbozo de tercer plano, encontramos una elevación triangular, de escaso detalle.

 El quinto plano lo forma la elevada montaña en penumbra que se alza frente al Watzmann, interponiéndose entre el fondo y el espectador. Tras un sexto plano también insinuado, se alza majestuoso el Watzmann, cuyas cumbres cubiertas de nieve reflejan en todo su brillo la luz solar. Por ello, vemos cómo alterna Friedrich zonas de luz y sombra bajo un uniforme cielo azul. Este tipo de innovaciones causó estupor en la crítica del momento. A través de la sucesión de triángulos y los contrastes de luz y color, Friedrich eleva nuestra vista hacia los picos nevados de una montaña que era celebrada como símbolo de Dios.        

Mercedes Tamara
9 octubre 2011


Bibliografía : Caspar David Fiedrich , Edic Taschen